La regla de Oro
Mateo 7:12 : Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas.
Hoy reflexionaremos sobre la Regla de Oro de Jesús y cómo difiere de otras enseñanzas. Cuando esta regla se presenta en su forma negativa, es decir, cuando se nos insta a no hacer a los demás lo que no deseamos que nos hagan a nosotros, no es simplemente una regla religiosa, sino más bien un principio de sentido común necesario para cualquier interacción social. Sir Thomas Browne dijo una vez: «Cuando conocemos a alguien, esperamos que no nos haga daño». En cierto sentido, esto es verdad. Si no pudiéramos confiar en que las personas se comportaran de acuerdo con los estándares aceptados de la vida civilizada, la vida sería insoportable. La forma negativa de la Regla de Oro es esencial para nuestra existencia.
Además, la forma negativa de esta regla implica simplemente abstenerse de ciertas acciones, de no hacer ciertas cosas. No es tan difícil evitar hacer daño a los demás.
Cuando formulamos esta regla en sentido positivo, es decir, cuando se nos insta a actuar activamente hacia los demás como deseamos que ellos actúen hacia nosotros, se introduce un nuevo principio en nuestra vida y una nueva actitud hacia nuestros semejantes. Decir «No debo dañar a nadie; no debo hacerles lo que no deseo que me hagan» es un mandato que la ley podría exigirnos cumplir. Pero decir «Debo dejar lo que estoy haciendo para ayudar y ser amable con los demás, como deseo que ellos lo sean conmigo» solo puede ser impulsado por el amor.
Es perfectamente posible para alguien del mundo cumplir con la forma negativa de la Regla de Oro. Podría disciplinar su vida sin mayores dificultades para no hacer a los demás lo que no desea que le hagan a él. Pero solo la persona que tiene el amor de Cristo en su corazón puede comenzar a cumplir con la forma positiva de la Regla. Esta persona buscará perdonar a los demás como desea ser perdonada, ayudar como desea recibir ayuda, elogiar como desea ser elogiada y comprender como desea ser comprendida. No evitará hacer lo que sea necesario y siempre buscará oportunidades para hacer el bien. Es evidente que esto complicará su vida y le dejará menos tiempo para hacer lo que le agrada y sus propias actividades, ya que una y otra vez tendrá que dejar lo que está haciendo para ayudar a los demás. Este deberá ser el principio dominante en su vida: en casa, en el trabajo, en el autobús, en el mercado, en la calle, en el tren, en los juegos… en todas partes. No podrá cumplirlo a la perfección hasta que el egoísmo se seque y muera en su corazón. Para obedecer este mandamiento, uno debe convertirse en una nueva criatura, con un nuevo enfoque en la vida. Si el mundo estuviera lleno de personas que intentaran obedecer esta Regla, sería un mundo nuevo.
Oración: Padre celestial que el amor que has derramado en nuestros corazones fluya y guie nuestras actitudes y conductas cada día hacia el trato de nuestros semejantes. Te lo pedimos en nombre de Jesús, Amén!